Proyecto de la Dirección de Bienestar Estudiantil de la U. E. San Luis Gonzaga de Quito, para el acompañamiento de los estudiantes y sus familias.

Inauguración del campeonato de deportes

Quito, 28 de enero de 2012

Querida Comunidad Gonzaga:

A menudo las personas no entienden la educación ignaciana que pretendemos en el Gonzaga. Un paradigma que nace desde los afectos, que implica a toda la persona humana, integral (con todo su ser de persona) e integrada en su contexto (en el mar de relaciones sociales, políticas, económicas y culturales).

Sin embargo, hoy nos reunimos para celebrarla desde uno de los aspectos más auténticamente humanos: el juego, que desde tiempos inmemoriales ha permitido la unión y el encuentro de hombres y mujeres a través del trabajo en equipo, el afán de superación, la templanza en el triunfo y el señorío de sí mismo en la derrota.

Especial ocasión de encuentro es esta inauguración del campeonato de deportes que para nuestra pedagogía ignaciana no se constituye solamente en un acto, en un evento, sino que ha permitido cambiar el ritmo normal del aprendizaje y la posibilidad de acercarnos entre todos quienes conformamos esta comunidad: estudiantes, padres de familia, educadores ignacianos y comunidad circundante. Especialmente bello ha sido en días pasados compartir con padres de familia y compañeros educadores, que con el pretexto de repasar el baile de las comparsas se han reunido durante varios días y en diferentes horas en nuestras instalaciones.

A nombre de toda la Unidad Educativa quiero darles la más cordial bienvenida a este evento y a través de él a toda nuestra pedagogía.

Que sigamos educando con el ejemplo de compartir, dialogar y el sentir y gustar de las cosas internamente.

Disfrutemos de estos juegos y que todos ganemos en su desarrollo.

¡Están todos en su casa. Nuevamente bienvenidos!


Francisco Javier Robalino
Director de Bienestar Estudiantil

Ejercicios Espirituales 2012


Por: Sebastián Sánchez
Tercero de bachillerato “C”, Físico-matemático
U. E. Gonzaga

No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente” 
Ignacio de Loyola.

Durante mis años de permanencia en el colegio, he escuchado quizá en algún acto cívico de enero o de alguna de las autoridades hacer referencia a cómo les fue a los chicos de sexto en “Ejercicios Espirituales” y la buena participación que ellos han tenido. Pues bien, sin siquiera notarlo, los años han pasado y ese momento me llegó, a todos nosotros, sin esperarlo este pequeño regalo llegó y justo a tiempo.

Hablar de Ejercicios Espirituales es plasmar una vivencia demasiado grande en palabras muy cortas y a la vez es volver a vivir, pues el recuerdo nos trae a la memoria ese encuentro, ese lugar, esa lágrima que inevitablemente brotó de nuestros ojos y ese abrazo que trajo tanta calidez y paz; ese abrazo donde entendimos la importancia del perdón.

Vivir una experiencia así de grande es indescriptible y sin embargo es en sí misma muy sencilla: durante casi cinco días es el silencio tu mejor acompañante y el único que podrá juzgar tus pensamientos, quien escucha y a quien paradójicamente aprendes a escuchar. Estar en ejercicios no es buscar acallar problemas y debilidades, no es solamente asistir a misa ni hacer compromisos falsos, no es ir en búsqueda de sonrisas, pues muchos de los momentos que se viven son más bien agridulces, no son solo el tiempo de felicidad; pero sin embargo la felicidad viene cuando aprendes a apreciar estos momentos personales, cuando entiendes su razón de ser, la razón de ser de tu propia existencia.

Dentro de todo esto tenemos un Amigo que nos acompaña en esta travesía, uno al que no todos invitamos al comenzar pero que sin duda abrazamos al terminar, Dios. Es Él sin duda quien acompaña y sostiene (como lo ha hecho durante toda la vida) miedos, dudas, temores, preguntas, incertidumbres; todas ellas se resumen en Él, y de a poco la pregunta que cada uno se hace es ¿cómo fui capaz de dejarlo de lado durante tanto tiempo?

Aun cuando muchos no puedan entenderlo así, todo el resultado se basa en Él, pues si buscamos la felicidad es sin duda Dios el medio y el fin en quien la sabremos encontrar auténtica.

¿Si los ejercicios espirituales cambiaron mi vida? Pues sí, y estoy seguro que la de muchos de mis compañeros también. Espero que la palabra “vida” no me quede grande, y a pocos días de haber llegado de esta experiencia maravillosa he escuchado relatos de personas cercanas que tuvieron la dicha tan grande de vivirlos.

Sin importar el paso de los años aun hay algo dentro de ellos que al recordar esta experiencia se enciende y es capaz de transmitir alegría, como la de los niños, y es que eso somos al llegar, niños, que han querido ser grandes y solo en nuestra estadía ahí “hablando” con el silencio entendemos lo lejanos que nos hemos encontrado de ser adultos, de las faltas tan graves que hemos cometido, muchas de las veces, de las faltas que realizamos por dejar de hacer cosas, del daño tan grande realizado a los seres que nos aman, a Él mismo…

En el transcurso de los ejercicios llegan momentos tan gratos, que difícilmente cualquiera que haya “sentido y gustado” de verdad podrá olvidar, palabras y frases que nos llegan como “anillo al dedo”, “casualidades” que no se pueden explicar fácilmente, incluso sonrisas y lágrimas encontradas, situaciones que se aprenden desde apreciar la simpleza de sentir el sol quemando tu rostro hasta la felicidad tan grande de aceptar a Dios en tu corazón.

Enfrentar al mundo es lo que resta, con fuerzas renovadas, con actitudes nuevas, sabiendo apreciar la sencillez de las situaciones y sabiendo que ni ahora ni nunca lo hemos luchado solos, pero que haciéndole a Él partícipe en nuestras vidas encontraremos mas “casualidades” que nos colmarán de felicidad en buenos y malos momentos, tanto y cuanto, destinemos nuestra vida a un único objetivo, el verdadero Amor y Felicidad.