Por Patricio Yánez, Educador Ignaciano
El pasado 15 de
agosto de 2012 las hermanas de Foyer de Charité dieron la calurosa bienvenida
a un grupo de colaboradores ignacianos
de la Unidad Educativa “San Luis Gonzaga” que nos reunimos en la mañana de
aquel Miércoles para iniciar tres días de una experiencia que, año tras año,
demuestra ser preciosa, de invalorables quilates. Una experiencia vivida en
medio del silencio, dentro de cuya atmósfera intentamos despojarnos de la
“contaminación” del ruidoso tráfago que el mundo moderno nos obliga soportar.
Ese silencio que a- modo de “cataplasma” espiritual – nos permite acercarnos a
un espacio de alegría, reconciliación y perdón.
El ambiente en el
que pronto nos sumergimos, utilizando las herramientas de meditación y de la
oración, nos dejó entrever la abundancia de la Gracia Divina a la que estamos
convocados a compartir como verdaderos seguidores del Señor del Amor y la
Verdad.
Ese clima propicio
para exaltar los valores de hermandad, para reflexionar sobre nuestro llamado
vocacional, no es otro que el dispensado por los EJERCICIOS ESPIRITUALES,
aquellos preparados por el gran Ignacio de Loyola y que constituyen un sendero
lleno de retos inquietantes y que nos conduce a percibir en lontanaza que
nuestra metas es una sola, a saber, fusionarnos con el amor del Creador y
conquistar con esa fusión el sentido de la felicidad verdadera.
Concluido el lapso
para el cual nos convocamos el nutrido grupo de colaboradores ignacianos, las
hermanas de Foyer Charité nos despidieron con la misma bondad con la que en
principio nos acogieron y nuestra estadía en su casa nos permitió comprobar que
sus normas de vida constituyeron un valioso aporte para hacer de este espacio
terrenal un mundo mejor. Las hermanas nos brindaron amor y respeto en todo
momento en sus pequeños pero significativos “detalles” de amor pusieron en
evidencia que el amor no puede ocultarse, no debe eludirse y tiene que
proclamarse en la obra, en el sentir cotidiano, en la entrega al prójimo.
Los Ejercicios
Espirituales marcaron una vez más la impronta de nuestro compromiso como
colaboradores ignacianos de ser más para
servir mejor. La experiencia vivida nos permitirá – a no dudarlo- ser
heraldos de principios y valores forjados en la reflexión profunda y el diálogo
con nuestro Padre. Por tanto, la jornada de Ejercicios Espirituales de este año
nos permiten nuevamente actualizar nuestra elección por lo bueno y por lo
bello, elección que puede condensarse en la profunda convicción de haber optado
por la verdad, la fraternidad y el amor; sobre
todo por el amor, como máxima exaltación de la existencia.
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