Proyecto de la Dirección de Bienestar Estudiantil de la U. E. San Luis Gonzaga de Quito, para el acompañamiento de los estudiantes y sus familias.

27 de febrero

Por: Francisco Javier Robalino
Director de Bienestar Estudiantil

Señor Lic. Carlos Vargas, Rector del Colegio San Luis Gonzaga.
Señora Mgs. Carmen Cañas, Directora Académica
Señores Directores de Pastoral, Administrativo-Financiero y de Gestión Humana
Señoras y señores dirigentes, compañeros educadoras y educadores ignacianos
Señores padres y madres de familia que nos acompañan
Invitados especiales
Señoritas y señores estudiantes
Muy queridos estudiantes de sexto curso que hoy juran la bandera


Hoy nos encontramos aquí reunidos para conmemorar el centésimo octogésimo segundo aniversario de la Batalla de Tarqui.
Trasladándonos a esa época, es el Mariscal Antonio José de Sucre quien se hace cargo del mando, desde el 27 de enero de 1829, de las tropas de la Gran Colombia que contaban entre sus filas a 4600 hombres, cuando un ejército de 5000 soldados invade desde el sur nuestras tierras de Loja y Azuay.

Cuenta la historia que al rayar el alba del 27 de febrero y después de una larga caminata que duró toda la noche anterior, el Mariscal Sucre logró situar ventajosamente tres batallones y un escuadrón esperando la llegada de la II División, pero en ese mismo instante se oyeron los primeros disparos por parte del enemigo.

Son los nombres de los batallones "Rifles", “Cedeño”, "Yaguachi", “Caracas” y “Cauca” al mando del Mariscal Sucre, del General Flores y el Coronel Alzuro, quienes libran batalla y obtienen la victoria.

Por eso hoy, junto con el poeta, podemos decir que “Nosotros no tuvimos destino sino esfuerzo. Con nuestro esfuerzo trazamos el destino”.

Y hasta aquí la historia.

¿Pero por qué seguir reuniéndonos año tras año para conmemorar la guerra, aunque la victoria nos haya favorecido?, ¿no enseñamos como uno de nuestros valores institucionales la paz en oposición a la violencia?

¿Qué hemos aprendido luego de 182 años?
¿A qué nos llama aquí la historia y qué victoria debemos alcanzar ahora?

Muchos términos son recurrentes cuando investigamos narraciones épicas. El mismo término de Patria, el de dignidad, el de soberanía, el de héroes… Y a menudo me da vergüenza cuando el civismo que decimos profesar encuentra únicamente sus cimientos en la violencia y en el discurso altisonante que comienza y termina en el atril.

La Patria, queridos amigos, no es un concepto sino una realidad que sobrepasa la geografía y los tiempos. La Patria la componemos todos, desde la simple señora María que compañeros suyos conocieron viviendo en uno de los suburbios de Guayaquil, debajo de una casa de caña: sin puertas, sin ventanas, con cinco hijos y para quien armaron no solo una vivienda sino un hogar, gracias a su acción voluntaria con Sigvol y Viviendas del Hogar de Cristo.

La Patria la hacen cientos de artesanos que día a día trabajan a mano el cuero, la madera, el papel y otros materiales de cuales nos beneficiamos, las canastas tejidas que mes a mes llevan ustedes a otros compatriotas ancianos y vecinos del colegio, con quienes compartimos barrio y sueños, baches en las calles y participación de las decisiones del país, anhelos de días mejores y esfuerzos para lograrlo.

La Patria la construyen cientos de empresarios y miles de trabajadores que desde sus sitios de labores siembran y cosechan nuestras celebraciones, se inundan con el temporal, exportan, manufacturan, crean, diseñan y trasnochan para ofrecernos todo tipo de comodidades.
La Patria la cantan, la declaman, la pintan y la muestran miles de artistas, los grandes y los pequeños, los que mantienen vivas las coplas en los pueblos y los que llenan escenarios y ganan premios, aquí y en el exterior.

Y como dice el cantautor: “Patria, son tantas cosas buenas…”

Libertad, dignidad, soberanía… muchos conceptos que no se estudian sino que se viven con el ejemplo, como lo viven las hermanas Alvarado: María Emperatriz, María Teresa, Livia María y María Imelda, todas mayores de 60 años, dueñas de un muy pequeño restaurante en la provincia del Azuay, que se toman el tiempo para junto con sus comidas realizar facturas y hacer un viaje mensual de casi dos horas para declarar sus impuestos en Cuenca, con los que se debe construir nuestra salud, nuestra educación y nuestros servicios básicos.

Como el padre de familia o el exalumno de este mismo colegio, que calladamente colabora con alguna beca que ayuda a otra familia a costear la educación de sus hijos.

Escribe Jorge Enrique Adoum: “Desde mucho antes, cuando la batalla acabó con todos los combatientes, cuando las aguas subieron de nivel, cambiaron de color y cambiaron de nombre, quedó solo una población de niños que supieron recoger la herencia como un guijarro y lanzarla después, a otros siglos”.

Ustedes son esos herederos de esos niños, queridos estudiantes, que deben actualizar tanto los conceptos como los símbolos que nos representan como Ecuador. El Colegio les presenta muchas oportunidades para hacerlo, en las clases, en los clubes, en el grupo de campamentos, a través del FAS, en el Consejo Estudiantil; oportunidades para desarrollar todas sus potencialidades y ponerlas al servicio de los demás a través su propia vocación y desde el lugar que ustedes mismos crean que es el más apropiado.

La nueva constitución de la República nos ofrece el buen vivir (el “sumak kawsay”) como un gran reto que debemos construir todos y desde temprano, como temprano se levantan muchas mujeres para lavar ropa y con ello mantener a su familia; como temprano nos levantamos todos para venir a estudiar y a trabajar, a esforzarnos para compartir en paz pese a las diferencias de nuestras personalidades y que sin embargo enriquecen la vida, le dan color; se convierten en posibilidades de puntos de vista distintos y por tanto de creativas soluciones a los problemas que nos aquejan. En palabras de Pedro Arrupe, “me espanta que demos soluciones de ayer a los problemas del mañana”.

Hoy el enemigo no es un pueblo vecino ni está en la diversidad; el enemigo es todo aquello que atenta contra la posibilidad de ser personas dignas y de interactuar para construir un espacio común sano.

A eso están llamados hoy muchachos y chicas: a no caer en la tentación de quedarse mirando la historia sino a entrar en ella para darle sabor a justicia y a esperanza.

¡A hacer historia en todos los campos en los que se desenvuelvan! A que su esfuerzo personal y comunitario se convierta en verso: ¡Salve oh Patria, mil veces oh Patria! Y que ese empeño se transforme en juramento vital ante Dios y ante nuestros hermanos. Esa será nuestra victoria.

¡Que viva el Ecuador y que juntos lo construyamos en paz!

Muchas gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario